Del coche al huerto, pasando por la diálisis

“Cada día, acudo a la diálisis con alegría”

Enrique estaba camino de cumplir los 80 años cuando empezó con diálisis. No fue una sorpresa, ya que llevaba años diagnosticado de enfermedad renal crónica y los controles analíticos eran cada vez más frecuentes y preocupantes. Así que, cuando llegó el día de empezar con el tratamiento, lo tenía asumido. Ahora con 83 años explica cómo es su día a día con esta enfermedad y su tratamiento que ha aceptado como un mal menor porque le permite seguir viviendo, por eso siempre acude al centro de diálisis con una sonrisa en la boca.

Según el registro civil, Enrique García Espinar nació el 1 de abril de 1939, pero él celebra su cumpleaños cada 5 de febrero. “Es que nací ese día de febrero, pero con la guerra, los juzgados estarían cerrados y me apuntaron el 1 de abril. Cosas que pasaban antes”, explica desde su casa de El Palmar (Murcia), ciudad de donde es oriundo el tenista Carlos Alcaraz, hecho que destaca con orgullo Enrique: “es vecino mío. Su abuela es casi familia. Carlitos es muy buen niño”.

Cuando él nació, El Palmar era un pueblo pequeño “donde todos los vecinos se conocían, no como ahora”. A él le conocían aún más porque su padre fundó la empresa de transportes Giménez García, que ahora es Interbús. Allí trabajó de mecánico y conductor de autobuses con los que se ha recorrido toda España.

Un abuelo 'motorizado'

El volante todavía no lo ha soltado, sigue conduciendo su coche con el que hace recados a sus hijos (tiene tres) y traslada a sus nietos (son 6 que van de los 22 a los 14 años) allí donde necesiten, “porque a mí no me cuesta y, además, puedo presumir de que me quieren con locura”.   

Cuando se le pregunta por la diálisis su respuesta es: “me va bien, no tengo queja”. Y asume, como algo rutinario, su tratamiento que sigue cada lunes, miércoles y viernes de 7 a 11 de la mañana. “Me levanto a las 5 de la mañana esos días y el resto a las 7 o 7.30. Me gusta madrugar”.

Si se le pregunta de nuevo por este tratamiento, reconoce que cuando le dijeron que tendría que dializarse, no le gustó la noticia. Sin embargo, se planteó cómo tomarse esa nueva etapa y se preguntó: “¿qué necesidad tengo de tener pesadumbre, de estar amargado o de amargar la vida a los demás? Si hay que ir, se va con alegría, y así lo hago”.

Su actitud es tan buena que varias familias con algún miembro en diálisis, y con mal estado anímico, han acudido a él para pedirle que hable con su familiar y le anime. “Yo les digo que piensen que están trabajando, que ir a la diálisis es como ir a trabajar. Y que lo bueno es que tenemos ese tratamiento, porque sin él nos iríamos al ‘otro lado’. Yo les pregunto: '¿tú te quieres morir? No, ¿verdad? Pues hay que aceptarlo sin dar disgustos a nadie, hay que ir con alegría, sin amargar la vida a nadie'. Porque cada uno tiene sus problemas y no puedes pasar tus problemas a los demás”.

El huerto, una tarea diaria

En cuanto a los requisitos dietéticos que tiene su enfermedad y tratamiento, Enrique minimiza la parte negativa: “nos apañamos bien, mi señora pone en remojo las verduras y cuidamos la alimentación”. Alimentos que provienen algunos del huerto que él mismo cuida. “En la pandemia, cuando no se podía salir, pensé que no podía estar mano sobre mano, así que hice un huerto en el patio de la casa de mi suegra y lo cuido todas las tardes. No quiero parar, si paras te pierdes”.

El 14 de junio Enrique y su mujer cumplieron 57 años de casados, “más 10 de novios”. ¿Cómo se consigue eso? --le pregunto-- y rápidamente responde: “respetándose el uno al otro y queriéndose mucho. La quiero más que el primer día”.