No tiene recuerdos de su vida sin enfermedad renal. Sus frecuentes ingresos en el hospital y después la súbita desaparición y ausencia de sus controles médicos hicieron que, cuando reapareció de nuevo en el hospital, llamaran la atención del que había sido su urólogo desde que era bebé. Así, él pudo enterarse que la pequeña, junto a su hermana, habían sido abandonadas por su madre y su cuidado había quedado en manos de una abuela, que no supo cómo cuidar de ellas y que derivó en que ellas pasaran a vivir en un centro de acogida.
"Le impactó mi situación y decidió, tras hablar con su mujer y sus dos hijas, adoptarnos a mí y a mi hermana. Nos salvó la vida”, explica desde Sevilla, ciudad donde vive desde hace 9 años con su pareja.
A pesar de pasar a contar con una nueva familia y una situación idílica en comparación con la que había vivido hasta ahora, la adolescencia de Patricia no fue nada fácil: su enfermedad mezclada con la no aceptación de su nueva familia hicieron que pasara por momentos complicados no solo en la parte física sino también en la emocional.