Mónica Vicioso: "Gracias a la diálisis, podemos seguir nuestra vida"

"El mundo no se acaba con la enfermedad renal crónica"

Esta extremeña de 47 años aprovecha intensamente la vida. Reconoce que tiene la suerte de contar con una familia que le da cada día apoyo emocional, pero ella es muy autónoma y no suele pedir ayuda para el cuidado de su hijo o de su casa. 

“Mi familia me da apoyo emocional, pero yo soy muy autónoma”

La historia de Mónica es una de esas historias inspiradoras que cualquiera podría tomar como guía en un momento de bajón. A sus 47 años, lleva más tiempo con enfermedad renal que sin ella y todo comenzó de manera fortuita, con un dolor de garganta. Sin embargo, a pesar de los años de cuidados, dos trasplantes, dos tipos de diálisis, fístulas y catéteres, ella ha ido cumpliendo con cada uno de sus sueños: estudios, trabajo, boda y maternidad. Ahora, recién salida de una operación por un problema cardiaco, nos cuenta cuáles son sus próximos planes.

Desde Villanueva de la Serena, su pueblo natal, Mónica Vicioso se remonta 29 años atrás y nos explica qué le llevó a la diálisis: “Cuando tenía 18 años, empecé con una infección de garganta de origen vírico, que se fue prolongando y me produjo hinchazón de ojos por lo que fui al hospital. Allí me empezaron a hacer pruebas y me dijeron que, como no tenía anginas, la infección de garganta me había provocado una enfermedad autoinmune que había dañado mis riñones”.

Esa enfermedad autoinmune era una glomerulonefritis con hialinosis focal y segmentaria y fue la responsable de que sus riñones se dañaran hasta tal punto que, tras un año de tratamiento farmacológico, Mónica tuvo que empezar con diálisis.

Opté por la diálisis peritoneal, con la que estuve 8 meses tratándome en casa sin ningún problema. Por aquel entonces no había máquina y todo era manual, tenía que hacer 4 cambios de líquido al día. Pero me fue muy bien, hasta que llegó un riñón”, señala.

El nuevo riñón estuvo funcionando durante tres años y medio, pero su enfermedad de base terminó dañándolo y volvió a la diálisis, esta vez a la hemodiálisis. “El nefrólogo me dijo que podía volver a la diálisis peritoneal, pero como me habían abierto el peritoneo, había más riesgo de infección. Como ya tenía fístula hecha desde antes de mi primera diálisis, empecé a acudir a un centro para hacer hemodiálisis y, a pesar de mi miedo a los pinchazos, acepté muy bien el tratamiento”.

Una luna de miel y diálisis

Durante ese tiempo, Mónica siguió estudiando administrativo. A los 24 años se casó y organizó su luna de miel en Tenerife, donde estuvo dializándose durante esos días.

Poco tiempo después, llegó el segundo trasplante, con el que fue todo bien desde el principio. Estuvo 9 años con ese segundo riñón, tiempo en el que empezó a trabajar en el ayuntamiento de Villanueva de la Serena. Sin embargo, en 2010 tuvo que regresar a la diálisis. “Además de mi enfermedad de base, se juntó una gripe A, con neumonía, por lo que me tuvieron que quitar la medicación inmunosupresora durante un tiempo. Todo eso terminó afectando al riñón”.

Aunque ese segundo fallo renal, le originó un desánimo importante, Mónica continuó con su trabajo y sus sesiones de diálisis hasta que un acontecimiento lo cambió todo: su hijo. 

El centro de su vida

Juan Pablo tiene ahora 10 años y, según su madre y las fotos que nos muestra, es un niño muy guapo, y muy bueno. “Ha aceptado muy bien mi enfermedad, él sabe que tengo que ir a diálisis tres veces por semana. Además, tengo la suerte de tener una familia que me da apoyo emocional, pero yo soy muy autónoma. Aunque vivo muy cerca de mi madre, hago mi vida normal, ahora como ama de casa, ya que con el niño decidí solicitar una pensión por discapacidad, ya que me resultaba muy difícil compaginar trabajo, crianza y diálisis”.

Es Mónica la que se encarga de llevar a su hijo al colegio y a clases de baloncesto y guitarra, de disfrazarse cuando toca o de ayudarle con las tareas. Además, también intenta tener tiempo para ella misma: “me he apuntado a yoga y, en mi tiempo libre, quedo con mis amigos y con mi hermana”.

Las últimas vacaciones fueron en Huelva, y también recuerda otro viaje a Barcelona, donde estuvo dializándose durante los días que pasó allí.

Cuando piensa en qué mensaje podría darle a una persona que acaba de empezar con la diálisis, lo tiene muy claro: “que el mundo no se acaba aquí. Gracias a la diálisis, puedes hacer muchas cosas. Es cierto que te puede limitar en algunas actividades, pero gracias a esta terapia podemos seguir con nuestra vida. Doy gracias todos los días. Además, yo tengo una pequeña familia en el centro de diálisis, me llevo muy bien con todos”.

En una de las revisiones médicas que tiene, le vieron una arteria coronaria calcificada, por lo que ha tenido que pasar por quirófano para que le realicen un by-pass. “No quería operarme porque mi hijo es todavía pequeño, pero el médico me dijo que ahora era el momento idóneo. Me decidí y todo ha ido muy bien”, explica.

Así que ya está pensando en la comunión que su hijo hará este año, en la próxima escapada a una casa rural al norte de Cáceres… En definitiva, en seguir con su vida como cualquier otra persona, nada más y nada menos.