Si José Luis Pérez hubiera sabido que la tensión arterial que tenía descontrolada desde su juventud le iba a acarrear un problema renal crónico, no hubiera dejado para después su visita a un especialista para mantener a raya su tensión. Sin embargo, él no fue consciente de la gravedad hasta que tiempo después ya era tarde para preservar la salud de sus riñones.
Ahora con 68 años, acude tres veces por semana a un centro de diálisis para suplir la función de sus riñones dañados. Reconoce que el tratamiento es el que le permite seguir con vida, y por eso lo acepta como un mal menor. “Otros compañeros lo llevan peor, yo les doy ánimos y les digo que la diálisis es la vida”. Otra recomendación que hace es que se mantengan activos, física y mentalmente.
Él ha centrado su tiempo en tres aficiones principalmente: la lectura, la pesca y las manualidades.