Por eso le gusta la diálisis y quiso estudiar enfermería. "Creo que se me da bien. Me siento querida por los pacientes. Desde siempre me gustó mucho la geriatría, y ahora la atención en diálisis es cada vez más geriátrica. Me encanta escuchar sus historias, sus vidas pasadas. Estos pacientes te hacen pensar y te ayudan a valorar la vida porque, a pesar de su enfermedad, tienen muchos deseos de seguir viviendo”, reflexiona Ana.
Esta cordobesa con familia materna en Cádiz se fue a Jerez a estudiar enfermería. Allí estuvo dos años, el primero más centrada en la vida social que en los estudios, tal y como reconoce, y el segundo, orientada a aprender. “Fue una buena escuela, porque estaba en el mismo hospital donde hacíamos las prácticas”. Luego hizo el segundo y tercer año de carrera en la Universidad de Córdoba. Allí, una vez finalizados los estudios, empezó a trabajar en la unidad de quemados y en oftalmología.
Como es habitual en enfermería, los cambios de especialidad o de lugar de trabajo son frecuentes, y Ana se trasladó a Valencia para empezar a trabajar en una clínica de diálisis donde estuvo un año. Finalizado el contrato, regresó a Córdoba y tras mover su currículum la llamaron pronto para un centro de diálisis en Málaga. Esa clínica es el Centro de Diálisis El Cónsul donde lleva trabajando nada más y nada menos que 28 años.
A pesar de que Málaga nunca fue su destino vacacional, la ciudad se convirtió, por motivos laborales, en su lugar de adopción ya que, tal y como señala, “yo era de las pocas cordobesas que no veraneaba nunca en Málaga, sino en Jerez, en el Puerto de Santamaría, donde estaba mi familia materna”. El buen ambiente de este centro de diálisis, el compañerismo, y la cercanía con Córdoba forjaron una relación que ya se puede decir que es estable y querida.
A lo largo de estas casi tres décadas de profesión, ha experimentado muchos cambios en su día a día en la sala de diálisis: “antes teníamos pacientes más jóvenes, pero desde que se cambió el procedimiento para entrar en lista de espera de trasplante y con el donante vivo, la diálisis y el perfil de los pacientes están cambiando, ellos son cada vez más mayores”.
Ese cambio y la experiencia acumulada han hecho que su relación con los pacientes también haya cambiado: “cuando empiezas eres una persona joven y te implicas mucho con ellos. Antes nos íbamos a comer juntos o de fiesta… Ahora ya no es así, porque entiendes que tienes que separar tu vida personal de la profesional, también por salud mental. Porque cuando algún paciente fallece, tú tienes que pasar un duelo y, en función de cómo estés de implicada emocionalmente, se puede hacer muy duro”.
De todo el tiempo en esta clínica, en su memoria han quedado muchos de ellos, como “Antonio, que era todo un caballero y que les recitaba ‘La venganza de Don Mendo’; Santos, que era muy divertido; o Manuel cuyo hijo era DJ y nos grababa cintas para todos los de la clínica”. Ahora, en este centro, suele haber unos 35 pacientes repartidos en tres salas en dos turnos los lunes, miércoles y viernes.