El objetivo del trasplante: La fe es lo último que debe perderse

A los 14 años de edad, su padre le donó uno de sus riñones; sin embargo, apenas un mes después, tuvieron que extirpárselo y Rosaria no tuvo más remedio que volver a dializarse. Si bien las cosas no le resultaban fáciles, también disfrutaba de buenos momentos; de hecho, los recuerdos más felices de este período tienen que ver con el momento en que conoció a Michele, quien posteriormente se convirtió en su novio, así como muchas otras cosas. Cuando Rosaria tenía dieciocho años, su tía le donó un riñón y, por fin, empezó una nueva vida.

Al haber perdido tanto tiempo en el colegio durante los años, ya no iba a poder cumplir su sueño de ser esteticista. Ahora, su gran deseo consistía en casarse y formar una familia. Felizmente, este deseo se hizo realidad y, a los 21 años, contrajo matrimonio con el amor de su infancia, Michele. Pocos meses después de la boda, de forma totalmente imprevista, los médicos la informaron de que estaba esperando un bebé. Apenas podía creer lo que estaba oyendo: ¡se había producido el milagro! Rosaria sintió que tocaba el cielo con las manos y, por primera vez, tuvo una sensación de plenitud como persona y como mujer. Durante la trigesimosegunda semana de embarazo, se puso de parto de forma prematura; fue un parto difícil pero, finalmente, dio a luz a una niña preciosa: Margherita, una nueva esperanza para Rosaria.

Se sentía muy feliz y realizada en su Nuevo papel de esposa y madre; sin embargo, el camino le deparaba más retos. A los 29 años, el cuerpo empezó a rechazar el riñón trasplantado y tuvo que volver al tratamiento de diálisis. Casi al mismo tiempo, su hermano mayor falleció tristemente. A pesar de todas estas dificultades, mantuvo su optimism y nunca perdió su sonrisa interior. Nadie de su familia podía donarle un nuevo riñón pero, aun así, ella tenía la esperanza de volver a someterse a un trasplante. Las posibilidades de éxito en el caso de un nuevo trasplante eran pocas porque, debido a los dos trasplantes anteriores, su cuerpo había generado un gran número de autoanticuerpos, motivo por el cual el riesgo de rechazo era más alto. No obstante, el personal medico y de enfermería del centro de diálisis NephroCare al que acudía la apoyaba y la animaba a volver a inscribirse en la lista de trasplantes. Rosaria tenía mucha fe en ellos y cumplía con las decisiones médicas y terapéuticas del equipo médico. Por ello, volvieron a inscribirla en el registro de centros italianos de trasplantes que aceptaban a pacientes hiperinmunes. Si bien no había ninguna garantía al respecto, Rosaria nunca perdió la esperanza ni la sonrisa.

Las Grandes cosas suceden de forma inesperada

El equipo médico y de enfermería de NephroCare Sodial, en el corazón de Nápoles (Italia) lleva 15 años cuidando de Rosaria, el período durante el cual ha estado sometiéndose al tratamiento de diálisis. Durante todos estos años, los médicos y las enfermeras que la atienden nunca la han visto deprimida por la enfermedad. De hecho, la única vez que la han visto derramar lágrimas fue durante su cuadragésimo cumpleaños. En aquel día especial, el personal la sorprendió durante la sesión terapéutica con una gran tarta y 40 velas. Se sintió tan abrumada por este gesto de cariño que se le saltaron las lágrimas.    

El 11 de marzo de este año, Rosaria recibió una llamada totalmente inesperada: ¡había un riñón para ella!. Fue una tremenda sorpresa, totalmente imprevista, que hizo desbordar las emociones. Todo el personal médico y de enfermería del centro de diálisis se congregó en torno a Rosaria de manera que no faltara a su cita con el centro de trasplantes en el que le aguardaba un nuevo riñón; su tercer trasplante.  

La operación fue bien pero el riñón no empezó a funcionar hasta pasadas tres semanas. Además, Rosaria tuvo que afrontar infecciones recurrentes en las vías urinarias y una infección vírica. No fue un camino de rosas pero ella mantuvo la calma y la determinación. La paciencia valió la pena: volvió pronto a casa, lista para empezar una nueva fase en su vida.

¡Qué cambio en su vida !

Rosaria ha vuelto a empezar a conducir, sale a pasear con su nieto y ahora puede concentrarse en ser abuela a tiempo completo. Disfruta del placer que le reportan las cosas sencillas de la vida. Ahora, más que nunca, quiere disfrutar de su familia y ver crecer a su nieto. También está muy contenta por disponer de más tiempo para dedicarse a sus tareas de voluntariado. Durante todos los años que Rosaria estuvo dializándose, siempre se acordaba de aquellos menos afortunados que ella. Por ello, siempre dedica tiempo a ayudar a los demás, como acompañar a ancianos al médico, hacer la compra para personas con pocos recursos, dar compañía a personas ingresadas, cocinar para algunos vecinos o ir a pagar las facturas de algún anciano. Según Rosaria, "hacer estas tareas no me cuesta nada pero sí marcan una gran diferencia para quienes están enfermos, tienen una edad avanzada o están solos. Ayudar a otras personas me hace sentir muy afortunada y me da fuerzas para seguir avanzando a pesar de mi propia enfermedad."

Siempre cree en ti mismo

El personal del centro de diálisis NephroCare Sodial están encantados con Rosaria. Durante 15 años, han formado parte de sus vidas, mientras la han acompañado en los altibajos de su increíble trayecto. Y es que este trayecto mutuo no se detiene con el trasplante: el personal de NephroCare continúa ofreciéndole Maria Rosaria con su nieto 26 NephroCare para mí Invierno de 2014 Distintos países, distintos hábitos apoyo médico y siempre estará a disposición de Rosaria, una paciente especial cuya determinación, actitud positiva y cálida sonrisa constituyen una lección para todos. El personal recuerda con cariño que, antes del trasplante, cuando terminaban las sesiones de diálisis de Rosaria, solía quedarse en la silla mientras todos los demás pacientes se marchaban; entonces, se acercaba a su bolso, sonreía y decía: «Bueno, ahora voy a maquillarme un poco. Dializarse no significa dejar de esta guapa.» Durante los 15 años que ha estado acudiendo a Sodial, Rosaria ha enseñado mucho al personal. Les ha demostrado que hasta las personas con enfermedades crónicas pueden alcanzar el equilibrio idóneo y que, a pesar de las dificultades, en lugar de sentir pena por uno mismo, se puede encontrar la voluntad y la fuerza interior para hacer todo lo posible por alcanzar la felicidad y sentirse realizado en la vida. «La esperanza y el empeño son la mejor medicina posible; siempre debemos apoyar y alimentar las esperanzas y los sueños de nuestros pacientes», afirma la directora médica, la Dra. Valeria Di Stasio. Nunca se debe perder la esperanza… Siempre hay que creer en uno mismo y ayudarse a uno mismo a mejorar su propio futuro.