Incorporar la diálisis a tu vida

“La diálisis me ha permitido continuar con mi vida”

Cuando hace cinco años Olivia supo que sus riñones no iban bien, como consecuencia de su diabetes, pensó que ajustando su dieta e iniciando un tratamiento farmacológico iba a ser suficiente para paliar el deterioro de su función renal, aunque su médico le fue informando de que el siguiente paso sería la diálisis. Sin embargo, cuando un año después los datos clínicos indicaron que había que empezar con la diálisis, el mundo se le vino encima. Eso fue en 2018 y hoy cuenta su historia para que otros pacientes puedan entender que este tratamiento no supone un fin sino una segunda oportunidad para continuar con la vida.

Olivia Rodríguez Rodríguez tiene 42 años. Su vida transcurre tranquila en Deleitosa, un pequeño municipio cacereño a 85 kilómetros de Cáceres y a 47 de Navalmoral de la Mata. Allí, en su casa que se encuentra a las afueras del pueblo, cuida de su hijo de 13 años, sus 4 perros y 15 gatos. “Tengo mucho terreno, los animales viven como reyes y a mí me hacen mucha compañía”, señala.

Fase de negación ante la enfermedad

Los lunes, miércoles y viernes acude por la mañana a Navalmoral de la Mata para someterse a la diálisis con la que ha tenido una relación complicada. “Cuando supe que mis riñones no iban bien, traté de retrasar todo lo posible la diálisis, me daba miedo y pensaba que me iba a limitar mucho. No quería ver en qué situación me encontraba, pero mi cuerpo no respondía. Ahora, creo que retrasar la diálisis fue un error, porque cuando empecé tenía un exceso de líquido de 13 kilos, no estaba bien”, reconoce esta deleitoseña.

El deterioro de la función renal no fue el primer susto médico de Olivia, ya que ella está diagnosticada de diabetes desde su infancia. Cuando se quedó embarazada de su hijo, la diabetes complicó la gestación y tuvieron que provocarle el parto a los 7 meses. “Mi hijo estuvo 3 meses en la UCI. Fue un embarazo traumático. Aunque ahora él es un niño sano”.   

Debido a los problemas en su embarazo y diabetes, tuvo que dejar su trabajo como administrativa en una empresa constructora. Tras pasar por un tribunal médico, recibe una pensión contributiva. 

A pesar de su historial médico, Olivia describe como un proceso angustioso el periodo en que su riñón empezó a fallar y le dijeron que tendría que hacer diálisis. “Es un tratamiento desconocido, que asusta”. Primero comenzó con la diálisis peritoneal, pero al poco cambió a la hemodiálisis en un centro clínico. “No me apañaba bien”.

Al principio de comenzar la hemodiálisis, reconoce que salía mal tras cada tratamiento, pero eso ha cambiado: “creo que no me encontraba bien porque iba con mucho peso (mucho líquido) y muy cargado de toxinas, estaba en un estado muy malo. Después de un tiempo, siento que mi cuerpo se ha adaptado a este tratamiento y ahora salgo muy bien tras cada sesión de diálisis, no me afecta negativamente. Creo que también influye mucho el ánimo”.

Olivia afirma haber asimilado y aceptado la hemodiálisis. “Aunque al principio te cambia todo, lo principal es aceptarlo, saber que te va a venir bien, es un tratamiento que te hace falta. No se trata de adaptar tu vida a la diálisis, sino de incorporar la diálisis a tu vida”.

A lo largo de estos cuatro años de tratamiento, no solo ha pasado por un proceso de aceptación sino también por dos trasplantes. “Llevaba poco con la diálisis cuando me llamaron para un doble trasplante, de páncreas y de riñón. Con el páncreas me fue genial, la diabetes desapareció. Sin embargo, hubo problemas en una de las arterias del riñón y tuvieron que quitármelo. Después, me han llamado varias veces por un posible donante, pero no era compatible. En mi caso es complicado, porque el tratamiento inmunosupresor que tengo por el trasplante de páncreas hace que genere anticuerpos y que no se compatible con muchos donantes”.

Vida sana y tranquila

Aunque reconoce que le encantaría que llegara un riñón compatible con ella, Olivia señala que no piensa mucho en ello y que seguir con su vida tal y como está ahora no le parece una mala idea. “Me encantaría evolucionar y vivir lo más tranquila posible”.

En su tiempo libre, lee o hace caminatas por el campo. “Me gusta la vida de pueblo, una vida tranquila, sana, sin prisas. Me hice una casa en el campo y la tranquilidad que tengo me encanta, aunque también me gusta salir con mis amigos e irme de fiesta de vez en cuando”.

Además, de forma solidaria y desinteresada, ha asumido la responsabilidad de estar al frente de la Concejalía de Empleo, Políticas Sociales y Administración Pública en el ayuntamiento de su pueblo, en la que ayuda a sus conciudadanos con algunos papeleos y asuntos sociosanitarios. “Me siento bien, aportando lo que sé y ayudando a los demás”.