Entre maquetas y la diálisis

Lluís Prims es el paciente más longevo de las clínicas NephroCare. Tiene 95 años y está en diálisis desde 2008, cuando sufrió una pancreatitis aguda. Desde hace 9 años acude tres días a la semana, cuatro horas al día, a Centro de Diálisis Granollers. Es un paciente ejemplar, nunca se queja y tiene una voluntad y un ánimo dignos de destacar.

Su máxima es “en la vida no podemos elegir lo que nos viene, pero sí podemos elegir cómo vivirlo”.

El hecho de acudir los lunes, miércoles y viernes a diálisis no le impide seguir siendo un hombre muy activo. “La diálisis me da la vida”. Acaba de renovar su carné de conducir, sigue trabajando en su huerto y cada día realiza trabajos con madera en el taller que tiene en la parte baja de su casa, en Lliçà de Munt (Barcelona).

Pasión por volar

“Yo nací pájaro… A los 12 años empecé a mirar fotografías de aviones y a recortar fotos. Así empezó mi afición”. Con esa edad Lluís comenzó a construir sus primeros aviones. Entonces eran de caña y papel de periódico… como él dice “eran planeadores”. A esa edad ya quería ser piloto.

“Hubiera querido ser piloto. Esta ha sido toda mi vida mi ilusión. Pero no pudo ser porque vivía en una casa de payés (de campo) y no había dinero. Pensé en hacerme piloto militar, pero tampoco pude porque pedían Bachillerato y yo no lo tenía”.

En los años 60 empezó a hacer maquetas a escala real, algunas incluso las consiguió hacer volar a una altura de ”2 ó 3 metros sobre el campo” y hasta hoy ha construido 3 maquetas y 3 aviones que han volado.

Su primer avión lo construyó en 1966 con el motor de una moto, la madera de un pino que cayó tras una gran nevada, ruedas, chapa y hierro. Actualmente en el Museo de la Ciencia y Técnica de Catalunya tiene dos maquetas que donó: “El Chato”, un caza ruso de la Guerra Civil a escala 1:2, y un avión francés, el primero que sobrevoló el pueblo en 1913. “Le pegaron un tiro pensando que era un extraño pájaro”, cuenta.

En su casa tiene una maqueta de 4,5m de un zeppelin que cuelga del techo del taller en el que pasa su tiempo entre maquetas.

Molinos y torres

Pero no sólo ha construido maquetas de aviones. También molinos y torres. Al acabar la Guerra Civil, hizo un molino con una batería de un coche, para tener corriente eléctrica en casa. Y lo cargaba con una dinamo. Dado el éxito del artilugio, hizo otros 7 para sus vecinos.

En estos días está construyendo una réplica de la Torre Eiffel en madera que tiene previsto que tenga una altura de 4 metros. Según nos cuenta su hijo, en estos años ha podido tallar unas 40.000 piezas de madera, las cuales el mismo ha cortado centímetro a centímetro y las ha encolado, previo diseño de los planos para su ejecución que él mismo también ha hecho.

¿El secreto de su vitalidad? “No hay ningún secreto… ¡si lo supiera, lo vendería!”, dice riéndose.